Creer en la Ciencia Política
- Pedro Rojas
- 16 nov 2016
- 6 Min. de lectura

Esta mañana llegué a mi lugar de trabajo y al sentarme en la silla que ocupo todos los jueves, encendí el pc y busqué un vídeo en el que Zizek habla acerca de la más reciente dicotomía electoral en los EEUU: Clinton vs. Trump. Tan pronto salió el título del vídeo en la pantalla y a su vez en la lona blanca ubicada frente al video beam que corona el salón donde me encontraba, una de las personas que asistían al lugar dijo… o mejor, exclamó: “Nooooooooooooooooo. Por favor no más con ese temita”.
Esto ocurrió con estudiantes de ciencia política, en una clase introductoria a la teoría política para quienes cursan primer semestre. Hoy hablaríamos sobre la democracia, siguiendo algunas ideas de Chantal Mouffe. Me parecía pertinente el vídeo en mención porque daba una mirada alternativa a esa dicotomía electoral y, sobretodo, porque tenía que ver con alguna idea de nuestra clase.
Al final, no puse el vídeo. Un poco porque el tiempo no alcanzó, pero sobre todo por presión social. La exclamación de la estudiante cumplió con su objetivo. No hubo vídeo ni mención del tema. Eso sí, sirvió de mucho para corroborar cierta hipótesis que había dialogado varias veces con algún colega: la sobreexposición de las personas a ciertos temas. En este caso, la sobreexposición a la coyuntura electoral de los EEUU en los estudiantes de esta carrera.
-El profesor de geografía dice que votaría por Trump. Considera que es la mejor opción. Tú, ¿por quién lo harías?
Fue la pregunta con la que otro estudiante se despidió de mí la semana pasada. El tiempo ha pasado, al igual que las elecciones en ese país, y yo aún no tengo respuesta. Y no es que no la tenga porque las ideas de ambos excandidatos me parecieran seductoras, acertadas o cosa semejante. Tampoco se trata de que sencillamente los dos me parezcan la misma cosa y entonces pa qué. Tampoco, aunque esta sea la razón más importante, porque no soy ciudadano norteamericano y sencillamente no puedo votar en las elecciones de ese país. La razón es que me parece muy difícil generar tales empatías por candidatos o partidos de otras nacionalidades.
Sobre las elecciones dentro de las sociedades democráticas (y su relación casi que genealógica con las guerras civiles y políticas de antaño), el escritor Elías Canetti mencionaba esto en su texto Masa y poder: “El voto sigue siendo el instante decisivo, el instante en que uno se mide realmente. Es el vestigio del encuentro sangriento que se imita de distintas maneras, amenazas, insultos, excitación física que puede llegar a los golpes y al lanzamiento de proyectiles. Pero el recuento de votos pone fin a la batalla”. Aunque Canetti seguro no miró el mapamundi o las noticias de algunos países en los que los enfrentamientos sangrientos y las elecciones llevan un matrimonio estable, la idea del autor búlgaro sirve para ir respondiendo algo a la pregunta sin respuesta: no pelearía una batalla que no es mía. Y bueno, creo que esa batalla librada al norte de América no es mi lucha.
Más allá de la importancia geopolítica, del enamoramiento que un docente medianamente decente debería tener por el perfecto sistema democrático de los EE.UU y las lecciones que nos deja, más allá de la coyuntura, del show mediático en torno a la dicotomía electoral, pues no me importa. No lo veo relevante para mi vida diaria: el Transmilenio seguirá siendo un caos, en Bogotá seguirá lloviendo por muchos días, mi vecina seguirá acallando los gritos de sus infantes hijos con reggaetón a todo volumen, el contrato por prestación de servicios seguirá siendo una enorme mierda… Claro, para algunos esta visión es, como decimos despectivamente los bogotanos, provinciana: si ve, por no estar conectados con el mundo es que estamos como estamos. Por eso seguimos siendo una republiqueta, una nación adolescente, porque no miramos más allá de nuestras fronteras y toda una sarta de epítetos de las radicales y nostálgicas corrientes del respice polum. De todos los polos.

Podrían tener razón. Pero yo tengo, al menos una, para pronunciarme sobre lo perjudicial de incurrir en el testimonio del coyunturalismo vacío: la de la inmediatez. Una profusa costumbre de estar informado de todo y al instante, para no decir nada. Reproducir información sin mediar análisis. Comer-no-digerir-deponer. Es lo que algunos intelectuales de empanada hemos denominado diarrea mental.
Centenares de testimonios de analistas políticos irrumpen en la radio, la TV, los medios impresos, las redes sociales pero, principalmente, en los salones de clase de ciencias políticas y carreras similares. Siempre, señalan, tienen algo nuevo para decir: cuando no es nueva la situación que dicen analizar, lo son los actores que la conforman o el modelo que los mismos analistas proponen para llegar a una nueva conclusión. Un nuevo paradigma. “Todo está en una constante renovación y no falta el que piensa que siempre es a mejor, porque en el mito del conocimiento visto desde la barrera, la ciencia no tiene pasos atrás y el último descubrimiento es siempre el mejor”:
Hace algunos días un valiente colega decía que las universidades en Colombia están de frente a los ránquines que las clasifican, pero de espaldas a las realidades del país. No podría estar más de acuerdo. Pero además de la predisposición de las instituciones de educación superior a obedecer formatos y escalafones ajenos a cualquier forma de conocimiento práctico, creo que vale la pena preguntarse sobre la réplica que los docentes de esas carreras hacemos a diario. No porque usemos nuestras clases para decir esto o lo otro sobre Colciencias o conocer la nueva estandarización de yo no sé qué cosa, sino de poner a las universidades –A LOS ESTUDIANTES- de espaldas al país.
Mientras los medios y, en este caso, los salones de clase estuvieron subsumidos en las últimas semanas al tema de las elecciones en Estados Unidos, el fin de semana anterior se celebraron en la Guajira unas nuevas elecciones atípicas (¡Ay, los eufemismos!) en medio de denuncias ciudadanas y alertas efectuadas por algunos candidatos e, incluso, la Misión de Observación Electoral (MOE) quienes se abstuvieron de participar en la jornada electoral debido a que consideraron que el nivel de polarización y de amenazas entre las campañas no generaba las suficientes garantías de transparencia y seguridad para efectuar el ejercicio de control ciudadano. Niveles de polarización y de inseguridad que se tradujeron en amenazas contra el Gobernador encargado y otros líderes políticos y sociales del departamento.
El profesor que hubiera votado por Trump, ¿por quién habría votado en las elecciones departamentales? ¿Le parece que el ganador era definitivamente la mejor opción para ese departamento?
Sobre esas elecciones si hubo mención en la clase. La monitora es oriunda (linda palabra) de Riohacha y en una intervención, hizo mención del hecho electoral. Fue más allá y se animó a preguntarle a los concomitantes si conocían el nombre del electo gobernador. Nadie respondió. Ni los estudiantes, ni el profesor. Silencio cómplice.
Anunciarnos como científicos sociales, como expertos, debería ir un poco más allá del shampoo en FB, twitter o Instagram. Creo que es una cosa de responsabilidad ¿Dónde está la frontera entre el análisis científico y la creencia personal?
En realidad se ha vuelto bastante predecible lo que los consumidores de medios encontramos en los testimonios de los expertos. Hordas de colegas conservadores dando espaldarazos (soterrados o explícitos) a Trump y hordas de colegas políticamente correctos diciendo, bueno que Hillary está muy mal pero peor que Trump no podía ser. Cuestión de fe. Se camuflan como ciencia experta, pero en realidad lo que hacen es vender esoterismo. Encargándose, además, de formar otros futuros esotéricos.
En la película Ágora (Amenábar, 2009) hay una escena en la que su protagonista, la filósofa Hipatia, acude a una reunión con sus amigos y muy queridos discípulos Sinesio y Orestes quienes por diferentes motivos han abrazado a la fe cristiana y su gobierno. En este encuentro le explican a su maestra que todos los notables que aún no hayan aceptado la fe deben ser bautizados, p ú b l i c a m e n t e. Uno de ellos trata de convencer a Hipatia diciéndole:
-Tú nos enseñaste algo hace uno años: si dos son iguales a un tercero, entonces son iguales entre sí, ¿recuerdas?- A lo que ella contesta:
-Si- Y él insiste:
-Los tres somos gente de bien. Tú eres tan cristiana como nosotros.
Ella reflexiona por unos segundos y le contesta:
-Sinesio, tú no cuestionas lo que crees. No puedes. Yo, debo.
Comments